"Tener esperanza es esperar; la felicidad comienza cuando ya no se espera. El desesperado quiere ser feliz inmediatamente, y tiene razón: su sabiduría es impaciente –y no tiene paciencia sino para la sabiduría–. Dios tiene razón al apreciar tanto la esperanza: ella es la que le hace vivir. Pero para el hombre vivir de esperanza es tanto como vivir de ilusiones. De ahí la religión. De ahí también la tristeza. «Los tristes tienen dos razones para serlo: ignoran o esperan». Y muy a menudo esperan porque ignoran. Frente a ello, la verdad sin esperanza (puesto que es la verdad) es siempre verdad del presente, verdad eternamente presente. Con Camus podemos citar el ejemplo de Don Juan: «Don Juan sabe y no espera... Desde el mismo momento en que sabe, estalla su risa y todo lo perdona. Se sintió triste durante el tiempo en que esperó. Hoy, sobre la boca de esta mujer, encuentra el gusto amargo y reconfortante de la ciencia única. ¿Amargo? Apenas... Esta vida le llena...». Esta risa de Don Juan es el eco de la legendaria risa de Demócrito que atraviesa los siglos: nada hay que esperar, nada que temer. ¡Riamos, pues, riamos! La desesperanza es tonificadora como una fuerte brisa; saludable como el mar.
Ésa es también la lección de Epicuro: «Nacemos una vez, no es posible nacer dos veces, y se nos obliga a no ser eternos: tú, sin embargo, que no eres del mañana, tú aplazas la alegría; la vida perece a causa de ese retraso y cada uno de nosotros morimos afanados en nuestros asuntos»"
Ésa es también la lección de Epicuro: «Nacemos una vez, no es posible nacer dos veces, y se nos obliga a no ser eternos: tú, sin embargo, que no eres del mañana, tú aplazas la alegría; la vida perece a causa de ese retraso y cada uno de nosotros morimos afanados en nuestros asuntos»"
"I've spent my entire life studying the human body, with scientific certainty
that what keeps us alive, more important than blood or oxygen or even love... is hope."
that what keeps us alive, more important than blood or oxygen or even love... is hope."